"¡Yo estoy contigo! Suave es la noche...

...pero aquí no hay luz,

salvo la que del cielo trae la brisa

entre tinieblas y caminos tortuosos."


John Keats. Oda a un ruiseñor.







lunes, 17 de septiembre de 2012

(IV)

Cuando él llegó, ella ya se había marchado. Él lo había intuido incluso antes de abrir la puerta. En realidad, lo llevaba intuyendo hacía tiempo. Se imaginaba que abría la puerta y se encontraba cara a cara con el silencio que habitaba su piso antes de que ella llegara.

Y aquel pensamiento se hizo realidad aquel día, aquella tarde. Pudo ser otro día, otra tarde y nada hubiera cambiado. Su expresión habría sido exactamente la misma: insatisfacción.

Una nota dejada acertadamente donde ella sabía que él la vería. Mientras se servía el primero,  la fue leyendo:
"Tienes la certeza de que tu existencia es gris". Así comenzaba. Ni un "Querido", ni un "Hola". Vaya mierda. Bebió. Demasiado fuerte. Rebajó con agua. Continuó:

"Desperdicias miserablemente tus mejores años. Supongo que no es fácil sacudirse el pesimismo. El impulso de tu propia lucidez te empuja a la melancolía, a una vagancia ensimismada que acabará, ya lo sabes, en una negrura abocada al suicidio."

Nada más. Fin. La releyó antes de romperla y servirse la segunda. Tenía razón: no era fácil sacudirse el pesimismo, aunque ella lo había hecho con bastante estilo. No la culpaba. Sólo le fastidiaba. No necesitaba que nadie le dijese lo que ya sabía. Sólo alguien que lo soportase.

Apuró la copa y se sentó a escribir. A mano, como siempre; La primera línea era la más difícil. Esta vez no dudó:

Cuando él llegó, ella ya se había marchado...

1 comentario: